Mi podcast: ¿Y por qué no aquí?

jueves, 10 de julio de 2008

Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 3

¡3 de julio! Tercer día de viaje de los tres días en el paraíso. Tres, tres, tres... qué gran número. ¿Que por qué? Pues porque es mi cumpleaños! Se que a quien léa este blog por puro interés turístico le importará un carajo el día que cumplí 30 años, pero este es mi blog y escribo lo que me apetece, qué carajo.

Después de la experiencia automovilística, decidí (porque por mi novia ella hubiera repetido, no mide 1,91) dormir en una cabaña de un camping. En esa de la foto. Y también se verá la belleza. Un río enfrente, una cascada detrás, y cesped en el tejado. Esto del cesped es muy típico de este país. Aún no he descubierto la razón auténtica, pero tengo mis propias ideas. Por un lado puede ser porque aísla del frío y el agua, y por otra para no dañar el paisaje, porque si ves un camping desde el aire, las cabañas se camuflan a la perfección. A pesar de matar muchas ballenas y ser los terceros productores de petroleo del planeta, los noruegos respetan bastante el medioambiente.

Antes de comenzar a relatar la jornada, olvidé decir mis regalitos de cumple. ¡Nada menos que la Wii! Sí, la Nintendo, que en medio de la montaña, en una cabaña sin tele, vale de poco, pero es una caja muy bonita, oiga. La Güí estuve todo el viaje camuflada en los piés del asiento trasero. A esto habría que añadir un par de souvenirs de Geiranger, como es un colgante con la letra china de mi horóscopo chino (el caballo, por nacer en 1978) y una cartera de piel muy de caballero. Y después de esta pausa publicitaria, pasemos a lo interesante.

Nos calzamos las botas de Goretex, pantalones cortos y camiseta de algodón. En la mochila, dos litros de agua, cuatro pequeños bocadillos y pantalón y cazadora de gore-tex, porque no sabemos lo que vamos a encontrar allí arriba. Iniciamos la incursión al Glaciar Briksdalen. Dejamos el coche en el camping, y tan sólo a 400 metros de la partida, la primera tentación. En el punto de venta de souvenirs, hay la posibilidad de montar en unos cochecitos que te suben casi hasta la cima del glaciar. Es una verdadera tentación, ante la visión del glaciar y el sabe que es casi una hora andando y algo menos para bajar. Pero entre que vale 180 kr por persona, y que joder, no hemos andado nada de nada en todo el viaje, nos hatamos un poco más las botas y nos ponemos en marcha. Otro buen consejo: fumar justo antes de subir al monte, no es una buena idea. Al poco de continuar andando, nos alegramos de no haber cogido los cochecitos, porque vemos que los que lo toman son casi todos los finos que vienen repeinados del bus turístico, y porque también van andando señoras que superan los 70 (años) y hombres que superan los 150 (kilos). Según subimos, una curiosidad. Turistas y más turistas, y sólo españoles y más españoles. El único idioma que se escucha, quizás un par de noruegos y un italiano despistado. No se si coincidimos con la ronda de excursiones hispanas o que en Briksdalen está el Benidorm nórdico. Resulta sorprendente que creo que me crucé con una compañera de la Universidad. Tiene narices. Una cosita sobre la ropa. No sabía bien si escogeríamos bien la ropa. Además, el pantalón y chaqueta de Gore-tex que incluí en el equipaje no hicieron finalmente falta. Pero me sentí muy bien al ver la cantidad de personajes que nos cruzamos. Desde el grupo de japoneses con pamela, a las parejas, en plurar, en viaje de novios, que no se les ocurrió meter en un viaje a Noruega una camiseta, y llevan puesta la camisita de cuadros con pantalones de pinzas. Pero volvamos al paisaje. Si estás dispuesto a llegar a la cima, debes también estar dispuesto a mojarte un poco, porque a medio camino hay una gran caída de agua que moja un poco si no quieres y empapa si te apetece. Generalmente es lo segundo, porque en un día caliente como este, y después de media hora de caminata, esta duchita natural sabe a gloria.
Ya hemos llegado. No diré lo que ya aburre. Bueno sí, lo digo. Una imagen impresionante. Nos encontramos un lago donde va a parar todo el hielo que se derrite del glaciar. El color del agua, como el de casi todo el agua que nos encontramos por el camino, tenía un tono turquesa muy especial, y que seguimos preguntandonos de dónde vendrá. Quizá de las rocas del fondo. Bueno, a pesar de que el sol pega, se puede entender que el hielo no se derrita rápidamente porque justo aquí el viento sopla de lo lindo. Mirad la foto y ved que mi cara no es de pose. En algunas épocas del año, es posible dar un paseo en una zodiac, que te acerca hasta el hielo del glaciar.
Pero a pesar de no haber zodiacs, yo no quería haber recorrido tanto para no tocar el hielo. Había dos cuerdas que "impedían" el paso, y un cartelito que ponía Stop, danger, pero yo hablo inglés cuando me apetece. Miré a lo lejos y ví que había dos personas junto al hielo, y di por hecho que tan difícil no debía ser. Así que me animé. Dejé a mi novia atrás, pues ella ya había tenido bastante y empecé a saltar piedras como las cabras. No es fácil, lo advierto. Tardé más de media hora en ir y volver, simplemente unos 300 metros. Pero llegué. Toqué el hielo y me llevé una piedra de recuerdo. Pensé en coger una bola de hielo, per me pareció un suvenir demasiado efímero. Me planteé el acercarme más o el andar sobre el hielo, pero en cuanto vi que caían unas cuantas piezas de hielo de la cima, entendí que no era una idea muy inteligente. Y nada más, foto hecha por mí mismo a brazo estirao y de vuelta. Al cruzar la valla, unos cuantos me vieron y les debí animar, porque al cabo de un rato, volví a mirar al glaciar y había por lo menos veinte personas sobre el hielo. Y para abajo. Se agradece.
Merece la pena el haber dormido en el camping, porque nos permite darnos una ducha después del paseo, y ante la tanda de kilómetros que nos esperan, se agradece.

Y de vuelta a la carretera. Son entre las tres y las cuatro de la tarde y podemos ganar unos kilómetros a la siguiente jornada.

Damos marcha atrás en la carretera que une Briksdalsbreen con Olden. En Olden giramos a la izquierda por la carretera 60, sentido Førde. Al llegar a la carretera E39, se gira a la izquierda en sentido Førde / Bergen / Oslo (no recuerdo bien lo que pone). Nos cruzaremos con la carretera numero 5, hacia la izquierda, en sentido Bergen / Oslo. Por aquí paramos a almorzar y pudimos compartir rebanada de pan con una manada de ovejas. Pasamos por un peaje en esta carretera numero 5, en Fjorland. 175 coronas. Este es uno de tantos peajes que no se entienden. Una carretera de mala muerte, sin alternativa posible, por el que tengo que pagar 22 euros. Pero así es Noruega. De todas formas, este es el único peaje que nos encontramos en el camino, si descontamos los 2 ferrys y el peaje de 20 coronas automático que se paga al cruzar Oslo. Llegamos a Sognefjord, el Fiordo de los Sueños. Hay que cruzar en un ferry, y no es la parte más bonita del fiordo, pero también merece la pena. La verdad, después de Geiranger, este sabe a poco.

Una vez cruzado el fiordo, se llega en seguida a la carretera E16, y giraremos a la izquierda en sentido Oslo. Unos kilómetros después habrá dos opciones. Seguir por la E16 o tomar la carretera numero 7 en sentido Hønefoss. Esta es la que tomamos nosotros por distintos motivos. A pesar de ser algo peor la carretera (la E16 a pesar de ser nacional tampoco es una maravilla), tiene menos kilómetros, y a pesar de tener que subir otra vez a los montes, se cruza por Hemsedal, el centro de esquí más importante de Noruega, con unos llanos en la cima del monte de impresión.
Llegamos a Hemsedal pueblo, tras un intento frustrado de buscar un restaurante abierto en la zona de esquí alpino, que lógicamente en julio parece una ciudad fantasma. No así lo que es el pueblo, pues esta es una fantástica zona de pesca, treking y paseos en bici, y hay un turismo veraniego bastante familiar. Llegamos a punto de que cerraran el último restaurante. Bueno, pizzería, no hay mucho restaurante por este país. Y celebré mi particular cumpleaños a base de pizza y la tarta fue el helado de browny acompañado de vengalitas. Muy mono.

Y ya es hora de dormir. Estamos agotados. En esta carretera hay bastantes campings en los que encontrar una cabaña para dormir, pero nosotros queríamos aprovechar la aventura al máximo y el Focus al limite. Y fuimos otra vez afortunados. Tras varios intentos frustrados, llegamos a un claro del bosque, junto al río, de nuevo con vistas a una cascada y con los restos de una hoguera que nos confirmaba que no eramos los únicos locos que habíamos acampado allí. Por cierto, si no estoy mal informado, en Noruega está permitido acampar en prácticamente todas partes. La única pega del lugar fue la increíble cantidad de mosquitos. Nos pusimos ropas que cubrían todo el cuerpo excepto los ojos, pero aún así pudieron atravesar los calcetines y picarnos unas cuantas veces. Echamos una partidita de chinchón en la mesa de camping, un par de tragos de vino del brik de 3 litros y a dormir. Hoy si pude dormir en el Focus.

1 comentario:

  1. qué gozada de sitio donde pillasteis el "hut" (se llamaban así esas cabañas?). el sitio más bonito, y la cabaña parece también "más mejor" que en la que domirmos nosotros.
    la información que yo tuve sobre el tema de la acampada fue al misma qeu tú, que se puede acampar en cualquier sitio. aunque habría alguna limitación como no estar a menos de no-sé-cuantos (cincuenta?) metros de ninguna casa. pero vamos, que todo lo que es aire libre, al parecer no hay problema.
    nosotros llegamos a acampar al lado de una gasolinera, en un césped donde había un cartel que ponía que no se podía acampar... acampamos y no pasó nada. por no pasar no pasó ni la policía.

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